lunes, 30 de julio de 2018

Instrucciones para evitar dormirse

La tarea parece algo sencilla, puede ser, pero si el día es lunes tal vez sea titánica. Quizás parezca exagerado lo que escribo pero después de un domingo ocioso, repleto de comida y reuniones familiares creo que estas humildes instrucciones pueden ayudar.
En la mañana, debe escuchar el despertador que insiste en su función. Es probable que no sea un despertador como los clásicos (Esos que podían revolearse y conseguir que siguieran funcionando a pesar de ello), es casi seguro que sea su celular quien tenga esa amargo y desgraciado propósito: despertarlo. Así que no lo lance por los aires porque de hacerlo puede romperse en varios pedazos o dañar su cover de vidrio -o glass como insisten en llamarlo algunos-. Luego, puede rodar y sentir que a su lado lo acompaña un ser que se mantiene con la piel caliente. O no, puede que duerma solo en las noches, en caso agarresé a la almohada. De cualquier forma, abracesé fuerte y ruegue haber sido inteligente la noche anterior al poner una alarma más.
Después de esa mini siestita de diez minutos, levante la colcha que tiene encima y extienda un brazo y ayudesé así a sentarse en la cama. Puede estirarse un poco para colaborar con el proceso para despabilarse y ayudar a su musculatura con eso.
Apoye un pie en el piso, o intente ponerse una pantufla porque, a esta altura del año, todavía es pronto para andar descalzo, así en patas.
Luego vaya al baño, haga un pis y lavesé las manos. Ahí puede tomar dos caminos: bañarse para despertarse por completo o intentar aplacar los pelos parados y peinarse para no parecer loco en la calle al salir. Después debe tomar algo de ropa del placard (en el mejor de los casos) o de alguna silla que ha sido relegada a la función de sostener prendas en vez de sostener culos, y vistasé. Trate de combinar los colores -No sea como mi esposa que elije el verde y el rojo juntos-. Pongasé medias, pantalones, remera o camisa y un buzo o sweater como mínimo. No olvide que estamos en julio aún y está fresco pa´chomba calada.
Las bifurcaciones continúan, puede elegir salir de su hogar haciendo caso omiso al famoso "El desayuno es la comida más importante del día", o mimarse un poco y prepararse una infusión de café o de mate (El té no puede ser una opción, el té es para cuando se está enfermo) y un par de galletas o tostaditas. Luego debe lavarse los dientes porque, bueno, es algo importante para su salud dental y para el resto de la humanidad ya que así no tendrá que oler su aliento a perro caniche mayor de 7 años.
Una vez terminado esto, debe abrigarse un poco más, una campera que lo proteja del viento y un par de guantes de ser necesario.
Trate de no bostezar a esta altura, sé que es difícil pero se puede. Luego debe buscar las llaves, el celular y la billetera como mínimo. No se olvide de la Sube en caso de viajar en transporte público o de las llaves del auto en caso de tenerlo.
Diríjase a su trabajo y, una vez más, intente no bostezar ni cerrar los ojos. Sobre todo si conduce porque puede provocar accidentes.
Inicie sus actividades cotidianas al ingresar a la empresa o institución para la cual trabaja. Y continúe con el esfuerzo de no bostezar durante toda la mañana.
Al almorzar elija algo liviano porque si prefiere una napolitana con fritas lo entiendo pero sepa que, luego de terminar el último bocado, será capaz de vender a su propia madre por una cama y una siesta.
Este momento del día es tal vez el más crítico y le doy un consejo ayudesé con algo de cafeína. Eso puede evitar la conocida modorra.
Una vez que salga del trabajo, si no debe estudiar o no tiene compromisos asumidos, puede ir rápidamente al hogar, sacarse la ropa con agilidad y ponerse la muda que pretende ser de entrecasa pero que, en realidad, es casi de linyera. Ahora sí puede tirarse en un sillón a ver alguna serie o partido de fútbol y echarse una cabezadita hasta que llegue la hora de preparar la cena. Mientras lo hace, puede ir saboreando la ansiada victoria y el gran premio de lanzarse de palomita a la cama una vez más con la satisfacción de la tarea cumplida.

viernes, 27 de julio de 2018

La comunicación, a veces, es confusión.

No todo el mundo conoce a Jakobson pero, seguramente, y estoy convencida de ello, lo hemos estudiado aunque sea una vez. Él -entre tantos otros, claro- estudió bastante, tal vez de manera desorganizada, la lingüística, la teoría de la comunicación, la estilística y otras yerbas. Y es gracias a él que a veces sabemos cómo nos comunicamos. 

En la escuela primaria a casi todos nos hablaron del emisor y el receptor, del mensaje y el canal. Más tarde, otros tantos estudiamos un poco más y en Teorías de la Comunicación (o Semiología) nos hablaron de contexto, hablante, oyente, poética, funciones y códigos, pero no los quiero aburrir con nada de eso.
Lo que me llama poderosamente la atención es que, a veces, nos comunicamos mal, por no decir que nos comunicamos como el orto. A veces, suponemos que el otro, es decir el oyente, nos entendió y tiempo después descubrimos que no es así, que lamentablemente las suposiciones generaron más confusión y que el mensaje no llegó nunca, que somos nosotros mismos los que rellenamos con más información nuestras mentes, entiendo, para quedarnos tranquilos o satisfechos. A veces, también, el hablante cree haber dado el mensaje fuerte y claro y resulta que no. Ahí llega el conflicto, luego el fastidio, el hartazgo y hasta un posible enojo. 


Lo paradójico de todo esto es que a la mayoría de nosotros nos gusta a hablar, casi todos tenemos redes sociales supuestamente para comunicarnos y eso no sucede. Ni a palos. 
Lo paradójico es que otros tantos hasta nos gusta escribir y nos agrada comunicarnos. Y algo que me ha demostrado el tiempo y alguito de experiencia estos años es que justamente los comunicadores, los que nos dedicamos a esto o intentamos hacerlo, somos los más confusos. Somos los más creativos al rellenar con información. Y eso a la larga trae problemas -Sí, lo digo también por experiencia-. 
Así que usted, usuario de redes sociales, deje de suponer cosas, deje de rellenar y de calmar su ansiedad con mensajes que no fueron dados, abra los oídos o los ojos en caso de que el mensaje llegue escrito y escuche o lea. Y si no le quedó claro, pregunte. Eso nos va a ahorrar posibles conflictos en el futuro con amigos, familia o en cualquier otro contexto. 
Es un consejo de otra usuaria de redes sociales, comunicadora y autora que también hace terapia para quitar malos patrones y reaprender a comunicarse.


miércoles, 25 de julio de 2018

Un deseo y un camino.

A veces ver a otros disfrutar de los momentos sencillos de la vida te hace vibrar el alma. 
A veces basta con una mirada nueva, con observar un instante cotidiano que parece un ritual nuevo (y lo es, tal vez) para saber qué es lo importante.
A veces el deseo, ese que se te resiste, provoca ansiedad o algún bajón. Pero lo que, sin dudas, hay que intentar es vivir ese momento con intensidad -y permitirse estar así sabiendo que esa sensación también pasará- aunque no sea tan agradable porque a quién le gusta vivir con ansiedad. Yo todavía no conocí a nadie así. Creo que si tenés claro el deseo ya hay una parte del trabajo hecho. Solo resta armar un plan y una ruta, tener en claro el camino, saber que ese plan puede modificarse y llevarte por algunas bifurcaciones pero con la certeza de que es algo posible. 

Los deseos y los objetivos son algo que nos hacen sentir vivos porque ahí, donde hay ganas, también hay esperanza. Puede que te rompas la cabeza, claro. Puede que tropieces y te genere dolor. Puede que te duela el corazón. Puede que tengas ganas de frenar un rato para estirar la piernas. Puede que tengas ganas de parar y respirar. Puede que tengas ganas de rendirte en la mitad de viaje porque ¿Quién no tuvo ganas de tirar la toalla? Es lógico, a todos nos pasó alguna vez. Pero hay que seguir. 
Claro, puede que justamente la rutina llena de los momentos superficiales y mecánicos generen desazón y melancolía. Y a veces es tan grande esa sensación que hace que veamos la vida con anteojos negros. En esos segundos, creo que hay que frenar, detenerse hasta el punto de parecer congelados en el tiempo y pensar. Pensar y tal vez hasta visualizar eso que deseás, eso que esperás para alimentar otra vez el ser, para darse esa palmadita en el hombro que buscás en otros, para recargarse de energías y perseguir ese deseo choto que se te quiere escapar. 
Puede que la vida esté llena de políticos de mierda, que el dólar se vaya cada vez más al carajo, que a nadie le importe nada más que su propia quintita, que el frío te entumezca las gambas. Puede que te tengas que levantar temprano, que se te complique llegar a fin de mes (no te preocupes, a casi todos nos pasa. No estás solo en esa), puede que tengas ganas de llorar, que no tengas el peso que querés tener. Puede ser que la gente no te entienda (¡Chóquelas! Todos nos sentimos así algún día), puede ser que no tengas el auto que querés, puede que no hayas conseguido las botas que te gustan en tu número, puede ser que no tengas laburo, puede ser que estés enfermo, que no te hayan perdonado. Puede que haya gente mamerta (¡Ojo! Parecemos rodeados), puede ser que no tengas el pelo que querés, que tengas miedo, que no tengas la altura que querés... Puede haber miles de razones y millones de excusas. Pero si tenés un deseo vivo, un deseo que te hace vibrar el culo vivís bien porque tenés una razón para levantarte cada día. Al fin y al cabo eso es lo importante que vivas e intentes mejorar día a día, que quieras conseguirlo y que disfrutes mientras lo intentás... El resultado ya vendrá, viene solo. 
Y no intento que esto sea un texto de autoayuda, aunque lo parezca, lo cierto es que lo vi con mis propios ojos ayer mientras miraba a una madre sonreírle a su bebé sin poder creer lo que había creado. Ante una imagen así no queda más que emocionarse y recordar lo que dijo Cerati una vez "Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa".

martes, 24 de julio de 2018

Querido conductor:


Quiero que sepas que, allá lejos y hace tiempo, compraste un auto que posee luces de giro, de posición, bajas, balizas y frenos.
Otra cosa que me interesa hacerte saber, y supongo que a otra parte de la población también, es que al llegar a una intersección es conveniente, por vos y por mí, que aminores la marcha así no dañamos nuestros respectivos autos y mucho menos a nosotros. Por favor, y lo digo con preocupación, es necesario que cuides tu vida y todo empieza por ahí.
Algo más, cuando vayas a girar, recordá que detrás tuyo, casi seguro, hay otro conductor que puede que no tenga la bola de cristal al día. Muchos no tenemos la VTV al día así que imaginate lo jodido que es no tener esa esfera brillante para adivinar que vos querés cambiar de rumbo hacia la derecha o la izquierda.
Cuando llegues a la zona que deseas llegar, por favor -y esta vez de verdad- poné balizas para avisar, eh. Así el de atrás se ahorra la puteada por lo bajo o por lo alto. Y si sos de los que ponés balizas justo enfrente de la zona a estacionar te merecés una buena gastroenteritis, posta. Ponelas un toque antes y te ahorrás este mal deseo.
Y por último, vos conductor... Recordá que en avenidas o calles doble mano NO se debe girar a la izquierda porque así lo indica la Ley Nacional de Tránsito Nº 24.449, en su artículo 44 inciso f, salvo que exista una señal que lo permita.
Ahora sí, zonzo... Si hacés más o menos bien estas pequeñas cositas, vos y yo podríamos tener una buena relación en las calles. Una amena... como la de esas familias que se juntan a comer cada tanto y recuerdan viejos tiempos. Mirá que si te portás bien te puedo hasta llegar a invitar un café porque no, unas birras no te voy a invitar y menos si después tenés que manejar.


Gracias por todo.
Abrazo gigante, conductor.

viernes, 21 de abril de 2017

CARTA DESESPERADA



Buenos Aires, 21 de abril de 2017


A quien corresponda:

Hoy tuve que hacer un llamado, un llamado a los gritos que me costó la vida. Hoy tuve que pedirle a alguien que me ayude, que venga a rescatarme pero no llegó. No llegó porque él me atrapó antes. No llegó porque, aunque lo intentara, él estaba decidido a terminar conmigo. Terminar de la peor manera… terminar con mi vida.
Hoy tuve que hacer un llamado, un pedido de auxilio. Así… A los gritos y casi sin que se me entendiera nada. Les pido disculpas, no podía hablar claro… es que me estaban matando.
Yo estaba desesperada y ahí estaba mi hijo de siete años. Y yo me estaba muriendo. Y él me estaba matando.
Hoy, ya sin nada que hacer por mí, les quiero hacer un pedido a ustedes, a todos ustedes, hombres de Argentina. Hoy quiero hacer hacer otro pedido de auxilio: por favor, dejen de matarnos. Porque todos ustedes nos matan. Y si digo todos no es que estoy exagerando, no, no, no… es real, es palpable y lamentable. Porque sí, nos matan todos los días. Y me vuelven a matar con sus comentarios machistas, con sus “Habrá que ver qué es lo que habrá hecho para provocarlo así”, porque no, yo no hice nada para que me mataran. Yo no pedí que él me amansijara, yo no pedí que él tomara el cuchillo de la cocina y terminara con mi vida una y otra vez, una y otra vez hasta que se me fue el último aliento, hasta que ya no quedó nada de mí.
Ustedes me matan otra vez cuando escucho cosas así. Ustedes nos matan a todas cuando piensan que una mujer puede denunciar falsamente a un hombre, acusado de abuso, sólo por el hecho de estar enojada con él o porque busca venganza. No tienen ni idea de lo que significa tener que soportar que un hombre te tome por la fuerza, que crea que sos de su propiedad, que te toque sin tu consentimiento, que te invada de la peor manera, que satisfaga sus deseos sin pensar en los nuestros, en que nosotras dijimos NO. Ustedes no saben lo que significa tener que escuchar en un oído la respiración agitada del otro mientras se te caen las lágrimas por el dolor. Por ese dolor que va más allá de lo físico. Por ese dolor que queda instalado y que se clava en el alma como una espina y que acompaña toda la vida. Ustedes no tienen idea de lo que significa tener que acostumbrarse a que en la calle cualquiera te pueda decir lo que quiera, que tengas que oír, desde la adolescencia, esos comentarios que para ustedes son piropos, para nosotras acoso.
Y NO, NO TE VOY A PERMITIR QUE DIGAS QUE LA VIOLENCIA ES VIOLENCIA SIEMPRE. No te voy a permitir que digas que todos la sufrimos porque sí, puede que exista la inseguridad pero ese, ahora, no es el tema. A mí me mataron a golpes y a cuchillazos. Yo tuve que llamar al 911 para defenderme de él, tuve que pedir auxilio por el sólo hecho de ser mujer. Tuve que ir a una comisaría y aceptar que un oficial no me tomara la denuncia, tuve que pelear para que sí lo hiciera, tuve que soportar que se me subestimara, que se me violentara otra vez porque no podía ejercer un derecho tan simple como el de poner una denuncia. ESO ES VIOLENCIA. YO ESTOY MUERTA POR COSAS COMO ESTA. Yo estoy muerta porque todo este sistema no me tuvo en cuenta, porque al Estado le importó un soberano carajo lo que a mí me pasara porque sus funcionarios no estaban disponibles cuando quise poner acciones en su contra.
ESTO NO ES VIOLENCIA EN GENERAL… los hombres no sufren estas violencias. Las sufrimos nosotras. Los hombres no soportan que al ir por la calle alguien te pase por al lado y te diga guarradas casi al oído, nosotras sí. A la mayoría de los hombres no los abusan, a nosotras sí.  A los hombres no los matan por ser hombres, a nosotras sí.
Por eso yo les pido, por favor, que no nos subestimen más, que no jueguen más con nosotras, que no desestimen las luchas, porque esas marchas, porque esas denuncias -hechas en el momento y sin vueltas- pueden evitar otra muerte como la mía.
Me encantaría decirles que quedo a su disposición pero no va a ser posible, me van a tener que disculpar, porque a mí… a mí me mataron.

Desde ya, muchas gracias por su atención y por su futura colaboración.



Graciela Velasco.

miércoles, 18 de enero de 2017

Sherlock -Monólogo final de Mary- (SPOILERS EVERYWHERE)



"PD: Os conozco a los dos. 
Y si no estoy, sé en lo que os podéis convertir porque sé quiénes sois en realidad: Un yonqui que resuelve crímenes para colocarse y un médico que nunca volvió de la guerra. 
¿Escucharéis quiénes sois en realidad? No importa. Lo que importa es la leyenda, las historias, las aventuras. 
Hay un refugio para los desesperados. Los no amados, los perseguidos. Hay un último tribunal de apelación para todos. 
Cuando la vida resulta demasiado extraña, demasiado imposible... demasiado espantosa, siempre hay una última esperanza. Cuando todo lo demás falla, dos hombres discuten sentados en un piso cochambroso. Como si siempre hubieran estado ahí y siempre vayan a estar. Los mejores hombres y los más sabios que he conocido, mis chicos de Baker Street: Sherlock Holmes y el doctor Watson." 

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Nunca hice esto y creo que tal vez no se repita nunca. Pero esta serie fue tan pero tan grandiosa que merecía una despedida así. Más arriba acabo de transcribir el monólogo final de Mary, la esposa de Watson, que de alguna manera extraña logra captar la esencia de los personajes y de toda la serie en sólo unas palabras.
TODAVÍA ESTOY MARAVILLADA y si ahora mismo me preguntaran qué deseo sabría perfectamente qué contestar... que nuestra tele, la tele argenta se parezca aunque sea un milímetro a la TV británica y a esta serie. Pido poco, ¿no? Pero bueno, de sueños también se puede vivir. Y si la vida es justa y sigo trabajando y esforzándome como hasta ahora, e incluso un poco más, yo podré escribir alguna vez un diálogo como el de arriba.


jueves, 13 de octubre de 2016

Estudiar siempre es el camino

Cada tanto y cuando me siento inspirada se me da por escribir este tipo de textos. No sé si es que la reflexión me lleva a tener que contar, desde mi lugarcito, parte de mi experiencia, no sé la vorágine de la loca vida que llevamos me hace observar alguna cosas y de repente exploto, no sé si el pensamiento llega invadiéndome de golpe o si es algo que tengo guardado desde hace tiempo y sólo cuando es posible pasarlo a un papel es que llega a mí. No es que tampoco importe demasiado cómo llego a este proceso creativo pero a veces me llama la atención.
Lo cierto es que, cada tanto, también a veces escribo para que me lea mi hermana, mis amigas, mi familia o un simple extraño… da igual. Pero necesito expresarle sobre todo a otros que mi experiencia también puede ser la tuya, que tu problema pudo haber sido el mío y que nada es tan grave como parece. No es que sea soberbia, o al menos no es esa mi intención, simplemente tecleo para que te reconozcas en alguna palabra. Cuando consigo eso… mi trabajo ya está hecho. Porque una de las cosas más gratificantes para alguien que escribe es que alguien comente su laburo y se reconozca en él… aunque sea con una pequeña frase.
Y todo este preámbulo, que tal vez no es tan claro, tiene que ver con la que creo es mi vocación y mi pasión. Suena trillado, lo sé… pero ¿a quién le importa? Lo que quiero decir es que yo siempre busqué esa vocación. Desde chica… y creo que tenía claro que mi vida tenía que ver con el arte pero no sabía a dónde me iba a llevar. Recuerdo que ya a los 13 decía que iba a ser actriz y que me llevé una buena cagada a pedos por eso, y todavía resuena en mi mente ese: ¿Y de qué vas a vivir? Con eso te vas a cagar de hambre. Tiempo después llegó la danza, el fitness, las clases como profe, las clases como alumna –de todos los estilos y colores- pero el teatro no llegaba. Sí vino el teatro musical y estudiando y laburando en ello fui muy feliz. Pero algo faltaba. Y yo no sabía qué era eso.
Años después, entre el trabajo, la rutina, una relación que era más bien tumultuosa y conflictiva y el estudio… empecé a escribir. Escribí sin parar: en casa desde la compu, en el laburo a mano, en los viajes con el celular pero escribí. Y así, me salvé. Así pude romper con todo y buscar ilusión en una vida que no la tenía. Escribir, imaginar, sonreír, llorar y sentir a través de lo que escribía me llevaba a un lugar en que nadie más podía entrar. Sólo yo. Porque, obvio, todavía no mostraba lo que escribía. Así volví a tener energía y volví a encontrarme porque estaba perdida, muy lejos de mí.
Pasé un par de años boludeando con eso e incluso empecé a hacer distintos cursos relacionados con la escritura pero el 2014 iba a ser bisagra para mí.
Esa nueva (que no era tan nueva porque recuerdo que,  siendo muy pendejita, escribía algunos poemas bastante malos) pasión me había llevado a desear lo imposible, a esforzarme por estudiar y entrar en una escuela pública.
Ayudada e incentivada por dos amigas y apoyada por mi esposa fue que me inscribí para dar el ingreso en un terciario de gran prestigio. Estudié un par de meses, leí obras de teatro, analicé series nacionales y extrajeras, vi películas que en mi vida creí que iba a ver para entrar a ese instituto.
Llegó febrero y rendí el primer examen. Sólo recuerdo que estaba tremendamente nerviosa y que vi a unos cuantos seres humanos que estaban más o menos como yo. Esperé la nota tachando los días y sí, había pasado a la siguiente etapa: la entrevista personal. Creo que eso me daba más miedo que el escrito. Fui a rendir y rogué que no me tocara una mesa y sí, fue la que me tocó. Entré justamente después de que una chica salía a las puteadas de ahí. Supuse que los tres profesores que tomaban la prueba estaban de mal humor y además, muertos de calor. Y sí, en algo tenía razón… en el calor. Pero lo cierto es que, más allá de eso, los profes fueron super amables y hasta incluso creo que la pasé bastante bien. El resultado estuvo claro pero los nervios aparecieron igual, necesitaba sí o sí que me dieran la respuesta. La ansiedad se había apoderado de mí. Y jamás me había pasado algo así, nunca en mi vida había sentido tanta emoción para entrar a estudiar. O sí, pero no de esa forma tan especial. Creo que tenía que ver con que era un terciario, como un ambiente que no había curtido nunca. O sea, yo había estudiado mucho pero mi experiencia tenía que ver con la conchudez que sufren algunas actrices y con cuidar mis zapas de danza porque corrían peligro de pérdida pero no tenía ni idea de sentarme con un montón de gente desconocida y compartir lo que escribía, de cómo eran los locutores que me iba a cruzar, ni los productores, ni mucho menos los operadores. El tema es que la ilusión y las ganas que tenían se llevaban la grande.
Después llegó la adaptación, el conocer a los compañeros, el hacer amigos, el escribir, escribir, escribir y seguir escribiendo; el stress y el agotamiento. También las lágrimas porque sentía que no llegaba con nada pero yo seguía insistiendo. Es algo que siempre te va a pasar si elegís estudiar en una escuela pública. Todo el sistema, créase o no, está preparado para que vayas contra la corriente. Los profesores pueden ser maravillosos, otros pueden ser inaguantables y te preguntás, más de una vez, por qué extraña razón están al frente de una cátedra, por qué no se dejan de joder y se van a tirar al sillón de su casa en pantuflas en vez de estar ahí pasándola mal. Pero el día que te encontrás con ese profe que te ayuda, que te prepara, que colabora con vos, que siempre tiene la palabra indicada… es impagable. En ese momento entendés lo que significa la Escuela Pública y sabés que la gran mayoría está ahí, como vos, por amor a la profesión, porque dan todo y más para que vos estés preparado para ese futuro del que muchos gastan horas y horas hablando. Pero lo cierto también es que nada está servido, todo es difícil: los apuntes se pierden, la calefacción está apagada la mayoría de las veces y te cagás de frío, el baño casi nunca tiene papel pero no te importa porque vos seguís ahí. Y si seguís es porque algo hay, no importa la carrera que vayas a elegir. Eso es lo de menos… este país siempre fue un quilombo y lo va a seguir siendo, entonces ¿para qué vas estudiar administración de empresas o ingeniería si tus ganas y energía están puestas, por ejemplo, en las artes visuales? Largá los planos a la mierda, el Excel al diablo y preparate para dibujar o pintar. Al fin y al cabo… es tu vida. Tuya y sólo tuya. Jamás dejes que otro elija por vos porque el que va a tener que recorrer el camino vas a ser vos. Preparate para llenar tus expectativas, no las de los otros. Preparate para ser más feliz estudiando y achinando los ojos viendo por novena vez El Ciudadano Kane porque tenés que analizarla una vez más, una madrugada en la que seguramente preferís estar durmiendo.
Andá a estudiar pero porque lo deseas vos. Hacé como yo… encontrate con esa gente con la que jamás hubieras pensado encontrarte, intercambiá ideas, proyectos y vivencias. Hablá de Barthés mientras chupás un mate lavado y de fondo alguien recita una cumbia porque eso te va enriquecer mucho más que una cuenta bancaria abultada. Estudiar siempre es el camino.
Estudiar nunca es al pedo, estudiar nunca te deja a pata. Siempre pero siempre sirve y me lo digo a mí misma cuando pienso: ¿para qué carajos me va a servir estudiar sobre Realismo Francés? ¡La puta madre!, pero quién te dice que en el futuro no tenga que hacer un documental y por eso que parece una huevada salve un par de horas de investigación o ya sepa para dónde tengo que orientarla.
Hace unos días, hablaba con un profesor… y me decía: Dale, escribí. Hace tiempo que me venís prometiendo eso y nunca me lo mandás y tiene razón… porque acá estoy escribiendo otra cosa, para mí y tal vez para vos pero que sé que vale la pena. Siempre vale la pena.
A mí empezar a escribir me salvó, estudiar me hace feliz y más allá de sus típicas problemáticas amo ese instituto… Amo al ISER por todo lo que ya me dio y lo poco o mucho que me está dando y por lo que sé que me va a dar.
Estudiar es una tabla de salvación, es el lugar donde podés encontrar gente como vos que comparte los mismos extraños problemitas… Así que no seas boludo y no pierdas el tiempo y andá a estudiar porque estudiar es el camino.